Dilemas Oníricos
Siempre hay un dilema en las actividades del Olimpo. Se tiene que escoger entre la derecha o la izquierda, entre el deseo y el placer, entre la vida y la muerte. Esta es la historia de un sueño, el cual es traducido a la realidad de las existencias. Un Olimpo cuya vida onírica ha estado caracterizada por su justeza, aun así, todo cambia cuando la contradicción se interpone entre decisiones con el fin de salvar su vida egoísta o la de la comunidad. No se sabe si hay alguna moraleja en el cuento, pues los personajes varían y en el mundo de los sueños, alguno de ellos se transformará en el cuerpo de otros para espiar las profundidades de los siguientes acontecimientos.
El contexto ya fue dado, aunque los Olimpos imaginarios tienen siempre una tendencia a recrear un poco su escena, puesto que la tragedia y el drama deben tener un lugar importante dentro del mensaje del dilema. El acto se desarrolla en un apartamento cuya localidad no puede definirse, junto a este Olimpo, encarnado en la dulzura y armoniosa fisiología femenina, aparecen miembros de su familia y después de unos eternos presentes de fantasía, aparecen tres sujetos dispuestos a cometer la acción que desembocaría en la disyuntiva de la historia.
La escena es particularmente coloreada. No es muy usual ver los colores oníricos, aunque su parecido con su apariencia real es bastante llamativo, sobre todo cuando se trata del color de la sangre: un rojo escandaloso que podría ya suscitar el despertar de nuestro Olimpo imaginario encarnado en un cuerpo femenino con las angustias de esta existencia y el posible mensaje que se esconde detrás de cada máscara, de cada gesto, de cada movimiento o el simple deseo del despertar de la pesadilla y olvidar en el fragmento de un segundo el dicho acontecimiento. Algunas eternidades pasaron en este inframundo, donde la investigación sobre la proveniencia de aquel color escarlata despertaba entonces en ella el dilema en el cual nuestra reencarnación femenina trataría de descifrar.
La corrupción es y ha sido una fuente de problemas en nuestra subsistencia, un pensamiento que denota tal contrariedad en el cosmos de lo invisible de nuestra dama onírica. Por consiguiente, La presencia de los tres personajes, supuestos criminales y quién sabe, con una historia muy particular en el mundo de las ilegalidades, hace que el dilema presentado denuncie una característica de supervivencia que el ser humano tiene, así sea en este universo soñado. La amenaza o el ofrecimiento de algún tipo de recompensa, lo cual es lo más usual cuando se trata de enceguecer un Olimpo ya trágico al encontrar ese color rojizo de alerta y que desaparecería justo después de la aparición de la balanza de la justicia. ¿Hacia dónde iríamos entonces, siendo perseguidos por la amenaza o por la culpa de la corrupción? Se pregunta nuestra dama en su silencio metafísico profundo, rodeada por sus familiares que observan detenidamente su reflexión.
En el transcurrir de las eternidades, la justicia llega entonces a poner orden a este mundo soñador. El crimen ocurrido por los tres personajes malévolos, a lo mejor con la intención de hacer pagar las cuentas de algunos sueños anteriores, queda reflejada en la manera con la cual todo el contexto se disfraza de vacío, forzando a la justicia a dudar de la existencia de aquel color rojo perturbador y aceptando lo que no se debería aceptar cuando el orden esconde el más atroz de los crímenes. Pese a esto último, antes de cualquier suceso, la justicia se percata de lo ocurrido sin la necesidad de indagar lo suficiente para ejercer su labor de aprisionar cualquier villano y salvar a este mundo onírico de sus intenciones maléficas.
Antes de cualquier desenlace, la ocultación de ese color rojo sanguíneo provoca en nuestra mujer la alerta sobre algo que no anda bien. Un volcán de dudas explota en ella y curiosa por el trabajo de la justicia decide encarnar en el cuerpo del justiciero, disfrazado de policía, para espiar en la atención de la observación cuál fue su determinación, ¿ejercer el bien o aceptar el mal? Una pregunta delicada sobre algo sagrado, ya que en el mismo sueño, el dilema se comporta como aquel agente que actúa en su libre albedrío sabiendo, de antemano, que el mal reinaría sobre la belleza de la existencia.
Antes del despertar, el color rojizo del drama desaparece, la justicia ya hizo su cometido y nuestra dama imaginaria presenció todo. La corrupción, tal como ocurre en el mundo real, obtuvo su querella sobre la justicia y finalmente, la codicia de esta última gano sobre el bien del olvidado corazón. Posiblemente, la moraleja de la historia es esa, el dilema genera y provoca los océanos de la duda sobre los hechos; la mentira y la manipulación trabajan en conjunto hasta que algo de la verdad cede a su poder. Sin embargo, siempre hay un tercero observando en silencio hasta que este decida actuar y en un milisegundo, todo deja de existir.