La energía y el sol
La música de la energía empieza cuando ella se da cuenta de que hay una compañía incondicional que termina de completar esa harmonía natural: el sol. En algunos pasajes de la existencia, la energía va encontrando varios soles, planetas, estrellas o meteoritos; mostrándoles ciertas facetas y movimientos elípticos que la iban llevando a encontrarse con sus propias limitaciones. Algunos de estos encuentros han sido simplemente bajo la ausencia de la presencia del sol, pero ¿quién es el sol? La energía se cuestionó, aunque la respuesta hallada se ha encontrado atada a esa timidez de abrirse al calor sublime del sol.
Viajando por el vacío, la energía seguía con ese emprendimiento de encontrar el sol. Ese astro que brilla sin cesar, cuyo peligro es quemar cuando el apego está presente o enfriar cuando se olvida la importancia de su calor celestial. Así, ella va atravesando diferentes galaxias, sintiendo una cierta presencia, ¿a qué se debe esto? Ella se preguntó en ese espejo que tiene colgado en su morada solitaria e íntima. Por ende, ella salió enseguida por el mundo observando con sus diamantes coloreados en esmeralda esa llama solar que tanto lo ha estado llamando.
En esta iniciación, la energía encontró un planeta, alejado del sol, como muestra de una contradicción al amor. Ese planeta fue dulce con la energía, pues la acompañó en momentos de soledad, teniendo conversaciones profundamente sanadoras, sacando todo el peso de los temores que la energía y el planeta han vivido a lo largo de sus cosmologías. Sin embargo, el tiempo, limitado en su andar, hizo que estos dos se apartaran. La fuerza de gravitación dejó de funcionar y los polos de la compasión simplemente miraron hacia caminos distintos. El adiós fue inminente.
Continuando en este andar poético, la energía conoció un ángel guardián. Una alusión imaginaria a esa estrella que rara vez aparece en la existencia para ayudar a moldear el fruto de la pasión. El viaje de estos dos seres brillantes ha sido en torno de una gran magia blanca, dulce, cómica y en calma; altos y bajos; risas y llantos; declaraciones, poesía y pintura han podido mezclarse en esta aventura. La simpleza de esta conexión ha llevado a la energía a poder realmente ver la claridad del espejo. Sin embargo, el color rosado de la bienaventuranza se fue destiñendo al color violeta de la transformación y del cambio profundo del ser y sus deseos. Los caminos elípticos, sincronizados en algún momento, se empiezan a separar. La nostalgia de la bifurcación llega a los ojos de la energía y de la estrella, reconociendo que todo tiene un final.
Sin embargo, no todo termina acá con la historia de nuestra energía. Aún falta más en su andar. Recordamos que un resentimiento nació antes, lo cual llevó a la energía a preguntarse sobre su veracidad. He aquí donde la alquimia de sus manos cuenta la fábula de la conexión con el sol.
En ciertos pasajes, el sol iba apareciendo tímidamente, con ciertas palabras aquí y allá, pero con los ojos… Esos ojos coloreados con el mar, un verde y azul presentes que hipnotizan como cualquier serpiente sacada de un cuento salvaje. Y he aquí, presenciando una magia que la energía creía haber perdido, sus letras volvieron a salir, coloreando el espectro de la nada con síntomas de sabiduría indomable, reconociendo que lo que estaba al frente es verdaderamente ese sol soñado y sentido.
La historia del sol es particularmente única dentro de la existencia de la energía. Viajando por ondas acuáticas y aterrizando en el mundo de los colores, donde los azules y los rojos eran los reyes del imperio; la energía y el sol tuvieron ahí su primera conexión. El universo cambió su curso y empezó a girar en torno a ellos; los planetas a su alrededor entraron en silencio para presenciar la melodía que salían de cada palabra minuciosamente compartida. El tiempo paró simplemente para observar con esa atención pasional el baile de dos cosmos congruentes. Una unión que solo el silencio reconoce.
Con el pasar de los presentes, la unión profunda entre esta nueva energía y este nuevo sol se da a gracias a la sincronización de las pasiones compartidas, donde cada uno pone en la mesa las cartas de la Historia con mayúscula, y donde la alquimia de la pregunta nace como lo es el lápiz al poeta o el pincel al pintor. ¡Es arte! Exclama la energía. La pureza de esta nueva conexión ha sido reconocida en cada meditación, si me valen la palabra aquellos puritanos del silencio, donde la presencia que había nacido en algún momento del cuento toma realmente el espacio en ese vacío de preguntas y de búsquedas. ¿Es este el sol que tanto siente mi corazón? Se cuestiona constantemente la energía.
La energía describe este sol en poesía: sus llamas calientan suavemente el aire aun cuando el frío reina; sus movimientos, dulces, delicados, llenos de arte, bailan al compás de cualquier sonido que el viento transmite; sus palabras hablan todos los idiomas, penetrando las profundidades del ser, haciendo que la energía se sienta en su dicha vulnerabilidad; sus sueños, llamados por la luna hace que sus ríos fluyan en pasión, abrazando el océano de la libertad; su amor es un capítulo aparte, pues merece ser escrito en el silencio de la mirada entre nuestros personajes, cuando este sol reconozca su propia existencia salvaje, ¿no es este el capítulo inicial de una nueva historia de amor?
El final es la conclusión de que no hay final. No existe tal cosa. Pues, esta nueva y desconocida conexión de la energía muestra que el temor marchó por el sendero del olvido. Lo único que queda es disfrutar de la metamorfosis del sol, acompañándolo en ese mágico proceso, hasta que, en algún momento de su existencia cósmica, se despierte en el espejo de los ojos de la energía y sienta que él es el sol, la estrella que había nacido en la presencia vacía de ella desde los inicios de la nada. Entonces, sin sentir y narrar algún final, estos dos personajes se preguntan mutuamente, ¿no es el sol y la energía lo mismo?